2018-03-22

22.348,

Ahora vamos para el mismo rumbo, tú por tierra y mi alma por el suelo. Yo voy por el aire y tu alma por el cielo.

Veo que nos vamos a encontrar solamente de paso, nos cruzaremos levemente, tu, con tu cita en la tierra y los demás con la cita contigo, sin ti, pero no entraré al cementerio por la misma razón que no viajabas a Bogotá, así pues, estamos a mano.

Mientras redactaba esto,  espero que a través de la ventana, tu alma se vea por las nubes como una burbuja blanca-plata como tu cabello, pues ya estabas manifiesta en una oferta de tiquete, en un chance, en un almuerzo gratis y en el susto y chiste de una inesperada turbulencia.

La horas corren para la cita indeseada, y con estas palabras abiertas que son para ti, comento; imagina a tu estirpe junta, tan grande y tan adulta que ninguno se parece a otro al punto de no parecer familiares, sin embargo cada uno con una fracción de ti en su corazón, en la nariz ñata, en la calavera ñata, en los hilos plata de la cabeza, barba y bigotes. El único que no se parece a ti es Ramirito, él no es ñato, es fileño, no es canoso en vez de esto, es rubio como querías que fuesen tus nietos. Sin embargo, el menos parecido a ti conserva un no “sé qué” que me hace acordar de ti. Por lo tanto, aun sigues viva en pequeñas y escondidas partecitas entre todos.

Te recordaré como la bisabuela de Fabián Esteban, o la abuela del Otro, la abuela de Milena, la abuela de María Camila,  y la mamá de Fabián Esteban Palm. De la Hoz y del otrico Camilo Palm. De la Hoz, te recordaré como la mamá de papá, y la mamá de Don Carmelo - de quien se dice fue amamantado hasta poco menos de la pubertad- Te recordaré con tu sonrisa intacta, luego, redactar esta línea es algo que me hace llorar. En fin, como no recordar que el rumor, hedor y rugir de mis entrañas  en gran medida provienen de ti, compartimos la misma mutación genética.

Ayer estabas viva, veías bromeabas y seguías pensando que Uribe, perdón Duque, era la solución. Pero votarías por el malo para no enfurecer a tus hijos cachacos, - o sea tu hijo Ramiro-, ayer pensabas en partir lejos de Barranquilla, para todos era un hecho que partirías en Santa Marta, vieja, bueno mucho más vieja, por eso aún no siento que hayas partido pues tarde pero segura cumplías tus promesas. Me siento orgulloso de que te hayas ido con la lucidez con la cual te recordaré.

¿Dime a quien llamaré varias veces al año a recordarle que la llamaría solamente dos veces al año? Sólo tú entendías ese humor fino, seco y amargo como el cacao que según yo no te di. Pero tu querido José sí te dio. Yo esperaba que viéramos juntos al primer hijo, del primer hijo, de tu primer hijo, pero seré realista ya no lo podrás ver. Esto no significa que él no te podrá ver ni escuchar, el oirá mucho de ti –yo grababa tus llamadas y así oirá tu voz-, oirá de tu temperamento, de tu audacia de tu longevidad, él sabrá de satanás y su diabla -quienes paradójicamente se hacen grata compañía en este momento-. El te va a ver no sólo en fotos, verá en mí el bonito reflejo que hay de ti.

No te quejes ahora, no te piden papeles ni te  hacen pasar por migración. Mi queja es que padecías del mal de mis abuelos. Se van a puertas de irse…

Todos, amenazaban con sus "me voy" de quedarse otros diez años más, lo cumpliste. Recordé cuando cumplí 10 años de ser profesional que para esa fecha –hace diez años- cada fin de año llorabas por tus hijos, pues te irías. Más la vejez es sabia y advierte también cuando no llorar. Para esa fecha, el año pasado, no amenazabas con irte. Ahora recuerdo, sabías que esto pasaría y no volviste a amenazar con irte para quedarte pues cada quien conoce la máquina que habita.

Mi otra queja es que adelantaste tu vuelo, ayer le dije a mi tía que te llamaría a las 11.05, como sea, te fuiste como diarrea expedita, mal parqueada y rápidamente. Dejaste un vacío doloroso en mis entrañas, en mis tripas. Dejaste un dolor de garganta que me impide recordarte como eras. Te fuiste y dejaste a la Hija de tu Hija y a tu Isabela haciendo maletas del otro lado del mundo.

A quienes ofenda este discurso les recuerdo, que así como he escrito era mi abuela; Ella esperaría verlos con la menor cantidad de tristeza, a lo mucho una cara larga por el costo de los imprevistos, pero ella, esperaría verlos a todos felices disfrutando unas vacaciones de primavera o semana para nosotros acá, reunidos como parientes, como allegados o como esa palabra sublime que rara vez uso familia.


Que la parte jocosa y audaz de ella que sigue en mí, les haga recordar lo que nunca olvidaré de ella su clásico Ahí chuchi.